martes, 27 de enero de 2009

Literatura jalisciense

La figura del cacique jalisciense

Comparación entre Pedro Páramo y Epigmenio Trujillo

El cambio en la literatura mexicana del Siglo XX fue evidente al desarrollar una narrativa propia y Jalisco no fue precisamente la excepción, pues su aportación a las letras nacionales no sólo se limita a la cuna de autores trascendentales para la expresión escrita, sino también como escenario de diversas obras.
A partir de la década de los 40´ s tanto la técnica de escritura como los tópicos a tratar se consideran modernos, siendo cuatro los autores significativos para la literatura nacional: Carlos Fuentes, José Revueltas, Juan Rulfo y Agustín Yáñez, y son justamente estos dos últimos escritores jaliscienses de quienes nos ocuparemos en el presente ensayo para comparar el personaje del cacique, abordados desde sus particulares perspectivas en dos novelas Pedro Páramo y Las tierras flacas, respectivamente.
Para Carlos Fuentes, en La nueva novela hispanoamericana, aseguras que “Yáñez nos da la primera visión moderna del pasado inmediato de México, mientras que Rulfo mitifica situaciones, lenguaje y tipos del campo mexicano”. Ambos escritores, desde sus respectivos enfoques literarios, aportan narrativas múltiples, con argumentos no lineales y tiempos no cronológicos, entre otros variantes.
Tanto Pedro Páramo (1955) como Las tierras flacas (1962), no sólo retratan los paisajes de Jalisco durante los primeros años del Siglo XX, que además de turbulencias políticas y revueltas sociales, trajo consigo avances tecnológicos, además de la integración y liderazgo ideológico de México en América Latina. El cacique será un personaje lastimosamente importante de la historia nacional, pues estará presente en la lucha revolucionaria y por ende en las historias que habrán de contarse.
La definición convencional del cacique es la “persona que en una colectividad o grupo ejerce un poder abusivo y utiliza su influencia en el ámbito político” y con base en esta descripción podemos decir que tanto “Pedro Páramo” como “Epifanio Trujillo” son dos personajes que se empalman en esta figura represiva, que asumen el rol de dominio ejerciendo su propia ley, pues son ellos quienes escudados en el terror que infunden sobre aquellos que para nada son sus semejantes, logrando ser amos y señores de la Media Luna y las rancherías de la Tierra Santa.
“Bueno, pues eso es la Media Luna de punta a cabo. Como quien dice,
toda la tierra que se puede abarcar con la mirada. Y es de él todo ese
terrenal. El caso es que nuestras madres nos malparieron en un petate
aunque éramos hijos de Pedro Páramo. Y lo más chistoso es que él nos
llevó a bautizar. Como usted debe haber pasado lo mismo, ¿no?”.
“Don Epifanio era un grandísimo sinvergüenza; yo no pierdo las esperanzas
de que un rayo le caiga y lo parta en dos mitades; que una centella le queme
su cochina casa con todo y todo, es un usurero, cacique”.

Por un lado “Pedro Páramo”, entre sus múltiples matices, no sólo demuestra ser la figura central de la novela de Rulfo, sino que a través de la construcción del personaje se transmite una ideología propia de la época, en aras de superar las adversidades económicas, además de infundir un mandato único, su palabra se convierte en la ley.
Mientras que “Epifanio Trujillo”, en busca de perpetuar su estirpe dominante, también se convierte en el jerarca de un poblado completo en el que sus habitantes habrán de verlo como el único capaz de estar por encima de la ley, puesto que ésta no existe sin su consentimiento.

“La semana venidera irás con el Aldrete. Y le dices que recorra el lienzo.
Ha invadido tierras de la Media Luna.
- Él hizo bien sus mediciones. A mí me consta.
- Pues dile que se equivocó. Que estuvo mal calculado. Derrumba los
lienzos si es preciso.
-¿Y las leyes?
-¿Cuáles leyes, Fulgor? La ley de ahora en adelante la vamos a hacer nosotros”.
“Claro que a veces encandila a don Epifanio las posibilidades como la de cobrar
impuestos de plaza, nada más por el gusto de aparejarse con el Gobierno en
esa forma de agarrar a la gente a querer o no”.

La construcción de un personaje va más allá de darle un perfil al representante de la historia a contar, en algunos casos se convierte en un espejo en el que el lector habrá de reflejarse para encontrar rasgos de su propia personalidad mismos que logrará hacer que se identifique con él dejando dos caminos: el repudio o la admiración. Estos propósitos no resultaron un misterio para Rulfo y Yáñez, ya que la construcción de los personajes y cualidades se demuestran en la descripción que se hace de ellos, tal y como se mencionó en citas anteriores.
Rulfo nos describe a un hombre que sólo le importa la propiedad de la tierra, así es “Pedro Páramo”, cuyo único deseo es la riqueza, es él quien más engaña y asesina hasta dejar desolada la comarca, se le atribuye la pobreza y las desgracias de Comala, así como la muerte y desgracia de varios personajes.
En tanto que Yáñez nos esculpe a un sujeto similar encarnado en la figura de “Epifanio Trujillo”, que además de procurar los bienes materiales del prójimo y dedicarse a ver la manera en que se quedará con ellos, busca la perpetuidad de su estirpe con su múltiple descendencia, pues al igual que Páramo la mayoría de los pobladores de sus comunidades son sus hijos.
“Me acuso padre de que ayer dormí con Pedro Páramo.
Me acuso padre que tuve un hijo de Pedro Páramo. De
Que le presté a mi hija a Pedro Páramo…
Tenía muy presente el día que se lo había llevado,
apenas nacido. Le había dicho
-Don Pedro, la mamá murió al alumbrarlo. Dijo que era de usted”.
“Por parejo, sin distinción de pelo ni señal, don Epifanio daba
trabajo en el campo a sus presuntos hijos y les procuraba oficio,
cuando aún podría considerarse párvulos y se hallaban lejos
de la selección final dentro de los designios paternos. Lo principal
era pasarles con cierta solemnidad el derecho al apellido”.
Una más de las similitudes que podemos mencionar entre estos dos personajes es que su declive sobreviene tras la pérdida de una mujer, en sí el único personaje femenino por el que muestran afecto, pero es su personalidad altiva la que permite que sean ellos mismos quienes marquen su final, pues tanto Páramo como Trujillo se dejan morir y con ellos la prosperidad de las tierras que fueron su dominio.
“De la suerte y de la muerte no escapa el débil ni el fuerte.
Nadie saca de la monótona repetición del refrán a doña Amandita,
única alma viviente que presenció el fin de don Epifanio”.
Trujillo es un viejo cacique que enfrenta la pérdida de su poder y a su propio declive físico por la fuerza de acontecimientos que es incapaz de comprender o asimilar. En Las tierras flacas, Yáñez se enfoca en la vida de las rancherías de Jalisco que se verán marcadas por la pobreza y el abandono gubernamental que han dejado el territorio en manos de un solo hombre: Epifanio Trujillo.
Mientras que el final de “Pedro Páramo”, según describe Rulfo es en el abandono total, propiciado por la muerte de “Susana San Juan”, quien pese a estar casada con el cacique no le importa, convirtiéndose en la máxima expresión del desdén. La angustia de no poder tener el amor de la mujer lleva a Páramo a cruzarse de brazos y dejar que Comala se convierta en un pueblo fantasma, a manera de venganza.
“Allá atrás, Pedro Páramo, sentado en su equipal miró el cortejo
que se iba hacia el pueblo. Sintió que su mano izquierda, al querer
levantarse, caía muerta sobre sus rodillas; pero no hizo caso de eso.
Estaba acostumbrado a ver morir cada día alguno de sus pedazos”.


Bibliografía
CANO BONILLA, Elsa María. Manual práctico de la literatura mexicana. Editorial Porrúa. México. 1999.
QUEZADA, Silvia. Rutas de la literatura mexicana. Escritores del Siglo XX. Editado por el Ayuntamiento de Zapopan. México. 2005.
RULFO, Juan. Pedro Páramo. Plaza & Janes. México. 2000
YÁÑEZ, Agustín. Las tierras flacas. Joaquín Mortiz. México. 2003

sábado, 24 de enero de 2009

Periodismo gratuito, la nueva tendencia

La abrumadora competencia de los medios de comunicación electrónicos como la radio, la televisión y el internet, quienes proveen información noticiosa sin cobro para el espectador, han obligado al periodismo escrito a buscar nuevas formas de subsistencia y penetración en el mercado para mantenerse no sólo en el gusto del público, sino también a sostenerse en las carteras de los clientes publicitarios, de quien obtienen la mayoría de sus ingresos. Todo esto, en conjunto, ha provocado que el surgimiento de los periódicos gratuitos sea un boom como la nueva tendencia del periodismo no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo con la aparición de este tipo de publicaciones.
Según el sitio de internet Wikipedia, la prensa gratuita tiene sus orígenes en Europa, específicamente en Suecia al correr el año 1995, cuando apareció el rotativo Metro, el primer medio impreso gratuito en el mundo. Fue tal el impacto que logró esta publicación que en tan sólo dos años consiguió una fuerte presencia en otros países europeos penetrando fuertemente el mercado de lectores. Actualmente se publica en 83 ciudades y según su última encuesta se estima que tiene más de quince millones de lectores alrededor del mundo y ha dejado ganancias de 302 millones de dólares, además de ser el medio más buscado por los publicistas.
Según sus directores y creadores, en una entrevista publicada en un sitio de internet, la fórmula del enorme éxito de Metro, no sólo es gracias a su fácil distribución sino que periodísticamente mantienen una línea editorial neutral hacia los gobierno en turno, y han adaptado su escritura y modo de informar a las diferentes culturas en las que se edita este rotativo sin importar si es conservador o liberal.
El siguiente periódico gratuito en ver la luz fue 20 minutos, en 1999; con la aparición de la prensa gratuita se dio inicio a una competencia de medios por alcanzar el mayor número de lectores. Como su nombre lo indica está creado para que el lector se informe en el menor tiempo posible sin sacrificar la calidad de la noticia. Hoy en Europa la batalla ha sido ganada por los periódicos gratuitos, pues según reportes de AP, son los más leídos y los más solicitados por las agencias publicitarias.

En España la prensa gratuita se dio en el 2000 y actualmente se distribuyen rotativos como Qué!, Metro, 20 minutos y ADN, los cuales son de los medios más leídos en ese país. La mayoría de estos impresos asegura que su información es libre, independiente y autónoma, pues algunos de ellos no pertenecen a las grandes cadenas editoriales como la que edita a periódicos de larga tradición como El País.
América Latina no ha sido la excepción para contagiarse de esta nueva tendencia en cuanto al periodismo gratuito, pues en Venezuela, Argentina, Brasil y por supuesto México también se distribuyen estos ejemplares y en muy poco tiempo han obtenido una excelente aceptación por la población.

En el caso de Argentina, el diario La Razón, el cual fue fundado en 1905, a partir de marzo de 1999 se comenzó a repartir gratuitamente, en algunas estaciones del metro y en las paradas donde las personas esperan el transporte público, cabe destacar que este rotativo pertenece a unos de los medios de comunicación impresos más grande de habla hispana, El Clarín, mismo del que aseguran no reciben financiamiento y se mantienen a sí mismos. En lo que respecta a Venezuela la prensa gratuita llegó en el 2004 con semanarios que distribuían 50 mil ejemplares.

lunes, 19 de enero de 2009

Ensayo sobre literatura de género


Dicotomía de lo público y lo privado en
La casa nueva, Silvia Molina
En su definición más sencilla y según la Real Academia de la Lengua Española el término dicotomía significa el método de clasificación en que las divisiones y subdivisiones sólo tienen dos partes, esta explicación es necesaria para establecer los límites del acercamiento analítico al texto La casa nueva, de Silvia Molina que a continuación se propone.
Puesto que un análisis literario requiere del tratamiento del texto a profundidad y bases más sólidas en cuanto a la aplicación de una metodología, el presente ensayo sólo busca destacar el binomio de Lo público y lo privado, según la descripción de Cristina Molina Petit en su obra Dialéctica feminista de la ilustración, el cual servirá de base metodológica y como aparato crítico.
Tomando como punto de partida los significados asignados por Molina Petit para lo público como el espacio en el que se enmarcan las actividades expuestas al reconocimiento y socialmente más valoradas, es el espacio de los varones, mientras que lo privado es el ámbito en el que se desarrollan las actividades femeninas, se relacionan con lo considerado socialmente menos importante. La importancia de hablar sobre los espacios en los que se desarrolla el texto de Silvia Molina recurre a nivel semántico, puesto que el sitio tiene sentido cuando significa algo para alguien.
Desde el título de la obra, La casa nueva, se determina una narración en la que lo privado habrá de predominar pues es el objeto central de la trama. Según el Diccionario de los símbolos, de Jean Chevalier, la casa es la imagen del universo, pero es también un símbolo femenino, con el sentido de refugio, madre, protección o seno materno. Esta misma percepción tiene la protagonista, quien nos introduce al relato como narradora y protagonista del mismo, esta argumentación se comprueba con el siguiente fragmento del cuento:
No quería irme de allí nunca, mamá. Aun encerrada viviría feliz. Esperaría
a que llegaran ustedes, miraría las paredes lisitas, me sentaría en los pisos
de mosaico, en las alfombras, en la sala acojinada; me bañaría en cada uno
de los baños; subiría y bajaría cientos, miles de veces la escalera de piedra y
la de caracol; hornearía muchos panes para saborearlos despacito en el comedor.
Allí esperaría la llegada de usted, mamá, la de Anita, de Rebe, de Gonza, del
bebé, y mientras, también escribiría una composición para la escuela: La casa nueva.
“En esta casa, mi familia va a ser feliz. Mi mamá no se volverá a quejar de
la mugre en que vivimos. Mi papá no irá a la cantina; llegará temprano a dibujar.
Yo voy a tener mi cuartito, mío, para mí solita; y mis hermanos”.
Para la protagonista y su familia, la nueva casa representa el cambio y realización social, en ella habrá de habitar todo el núcleo que la compone, lo que se reconoce como el espacio privado, además expone la posesión de una habitación para sí misma, es decir, lo privado es visto como lo propiedad, mientras que el padre asiste a lugares públicos como la cantina en el que desarrolla su rol de género, el cual habremos de entender como los aspectos psicológicos y culturales, es decir, la condición social.
Tal y como menciona Molina Petit el pensamiento liberal otorgó un nuevo pensamiento al adjudicarle las connotaciones de lo íntimo, lo irreductiblemente personal y así lo constituyó en aquel ámbito respecto del cual el sujeto podía ejercer su derecho de apropiación sustrayéndolo a la miradas y las interferencias de lo público.
El enfoque de la “casa” se remite a un deseo de la familia en general, no sólo de la protagonista y de los padres, además es tomado por la autora como la anécdota de la historia, así como el desprecio hacia la antigua casa, de la que se refiere mediante los calificativos “mugre”, “vieja” o “sucia”, en contraposición con la descripción de la “nueva” casa, a la que se le atribuye un “olor a nuevo”, “reja blanca”, términos que según la escuela sociocrítica, propuesta por el francés
Edmond Cros, son positivos.
Positivo (Casa nueva)
Negativo (Casa vieja)
Reja blanca, recién pintada
Son los años
Olor a nuevo, con ganas de sentirla
Quejar de la mugre en la que vivimos
No quería irme de ahí nunca
Sin privacidad ni agua.
Retomando los conceptos de Molina Petit podemos establecer que la familia de la historia se mantiene en un sistema de patriarcado puesto que es el padre quien asigna y determina los espacios que se habitarán en la idealizada casa como se denota en el siguiente fragmento del cuento:
“Cuando subimos me dijo, esta va a ser tu recámara. Había inflado
el pecho y hasta parecía que se le cortaba la voz de la emoción.
Para mí solita, pensé. Ya no tendría que dormir con mis hermanos.
Apenas abrí una puerta, él se apresuró: Para que guardes la ropa”.
Según Molina Petit la relación de la mujer con la propiedad se articula como una posesión encerrada en lo privado y doméstico como una condición para que el hombre acceda sin problemas al reino de lo político y lo privado.
Otra explicación de los espacios en los que se divide la casa que sueña la familia son las habitaciones, que son vistos como zonas privadas y por ende femeninas, mientras que la sala se visualiza como un lugar público. La voz narrativa hace el relato de manera natural y valorizado como la conquista del espacio masculino, de acuerdo con las mismas explicaciones que da Molina Petit.
Como conclusión podemos agregar que la novedad de la casa representa el espacio a conquistar por el padre, ya que con esto da una reafirmación de su triunfo y mejora social personal y familiar según las marcas sociales modernas. No obstante esto se queda en un fracaso, puesto que la narradora inicia con una retrospectiva de la historia, como se menciona en el siguiente párrafo:
“Claro que no creo en la suerte, mamá. Ya está usted como mi papá.
No me diga que fue un soñador; era un enfermo –con perdón de
usted-. ¿Qué otra cosa? Para mí, la fortuna está ahí, o, de plano,
no está. No mamá. La vida no es ninguna ilusión; es la vida, y se
acabó… Aunque le diré. A veces, pasa el tiempo y uno se niega a
olvidar ciertas promesas; como aquella tarde en que mi papá me
llevó a ver la casa nueva de la colonia Anzures”.
Respecto a este texto podemos mencionar que se podría clasificar en los discursos que conforman la literatura de las mujeres, es decir, todo lo que fue escrito por las mujeres, sin un discurso feminista.
Corpus de estudio
La casa nueva
Silvia Molina
Claro que no creo en la suerte, mamá. Ya está usted como mi papá. No me diga que fue un soñador; era un enfermo —con el perdón de usted—. ¿Qué otra cosa? Para mí, la fortuna está ahí o, de plano, no está. Nada de que nos vamos a sacar la lotería. ¿Cuál lotería? No, mamá. La vida no es ninguna ilusión; es la vida, y se acabó. Está bueno para los niños que creen en todo: "Te voy a traer la camita", y de tanto esperar, pues se van olvidando. Aunque le diré. A veces, pasa el tiempo y uno se niega a olvidar ciertas promesas; como aquella tarde en que mi papá me llevó a ver la casa nueva de la colonia Anzures.
El trayecto en el camión, desde la San Rafael, me pareció diferente, mamá. Como si fuera otro... Me iba fijando en los árboles —se llaman fresnos, insistía él—, en los camellones repletos de flores anaranjadas y amarillas —son girasoles y margaritas—, decía.
Miles de veces habíamos recorrido Melchor Ocampo, pero nunca hasta Gutemberg. La amplitud y la limpieza de las calles me gustaba cada vez más. No quería recordar la San Rafael, tan triste y tan vieja: "No está sucia, son los años", repelaba usted siempre, mamá. ¿Se acuerda? Tampoco quería pensar en nuestra privada sin intimidad y sin agua.
Mi papá se detuvo antes de entrar y me preguntó:— ¿Que te parece? Un sueño, ¿verdad?Tenía la reja blanca, recién pintada. A través de ella vi por primera vez la casa nueva...
La cuidaba un hombre uniformado. Se me hizo tan... igual que cuando usted compra una tela: olor a nuevo, a fresco, a ganas de sentirla.
Abrí bien los ojos, mamá. Él me llevaba de aquí para allá de la mano. Cuando subimos me dijo:
—Ésta va a ser tu recámara.
Había inflado el pecho y hasta parecía que se le cortaba la voz de la emoción. Para mí solita, pensé. Ya no tendría que dormir con mis hermanos. Apenas abrí una puerta, él se apresuró:
—Para que guardes la ropa.
Y la verdad, la puse allí, muy acomodadita en las tablas, y mis tres vestidos colgados, y mis tesoros en aquellos cajones. Me dieron ganas de saltar en la cama del gusto, pero él me detuvo y abrió la otra puerta:
—Mira, murmuró, un baño.
Y yo me tendí con el pensamiento en aquella tina inmensa, suelto mi cuerpo para que el agua lo arrullara.
Luego me enseñó su recámara, su baño, su vestidor. Se enrollaba el bigote como cuando estaba ansioso. Y yo, mamá, la sospeche enlazada a él en esa camota —no se parecía en nada a la suya—, en la que harían sus cosas sin que sus hijos escucháramos. Después, salió usted recién bañada, olorosa a durazno, a manzana, a limpio. Contenta, mamá, muy contenta de haberlo abrazado a solas, sin la perturbación ni los lloridos de mis hermanos.
Pasamos por el cuarto de las niñas, rosa como sus mejillas y las camitas gemelas; y luego, mamá, por el cuarto de los niños que "ya verás, acá van a poner los cochecitos y los soldados". Anduvimos por la sala, porque tenía sala; y por el comedor y por la cocina y por el cuarto de lavar y planchar. Me subió hasta la azotea y me bajó de prisa porque "tienes que ver el cuarto para mi restirador". Y lo encerré ahí para que hiciera sus dibujos sin gritos ni peleas, sin niños cállense que su papá está trabajando, que se quema las pestañas de dibujante para darnos de comer.
No quería irme de allí nunca, mamá. Aun encerrada viviría feliz. Esperaría a que llegaran ustedes, miraría las paredes lisitas, me sentaría en los pisos de mosaico, en las alfombras, en la sala acojinada; me bañaría en cada uno de los baños; subiría y bajaría cientos, miles de veces la escalera de piedra y la de caracol; hornearía muchos panes para saborearlos despacito en el comedor. Allí esperaría la llegada de usted, mamá, la de Anita, de Rebe, de Gonza, del bebé, y mientras, también escribiría una composición para la escuela: La casa nueva.
En esta casa, mi familia va a ser feliz. Mi mamá no se volverá a quejar de la mugre en que vivimos. Mi papá no irá a la cantina; llegará temprano a dibujar. Yo voy a tener mi cuartito, mío, para mí solita; y mis hermanos...
No sé qué me dio por soltarme de su mano, mamá. Corrí escaleras arriba, a mi recámara, a verla otra vez, a mirar bien los muebles y su gran ventanal; y toqué la cama para estar segura de que no era una de tantas promesas de mi papá, que allí estaba todo tan real como yo misma, cuando el hombre uniformado me ordenó:
—Bájate, vamos a cerrar.
Casi ruedo las escaleras, el corazón se me salía por la boca:
—¿Cómo que van a cerrar, papá? ¿No es mi recámara?
Ni con el tiempo he podido olvidar: ¡Qué iba a ser nuestra cuando se hiciera la rifa!